El ministro de Educación, está dispuesto a transformar un sistema educativo que fomenta la mediocridad por otro que potencie a los alumnos brillantes. «La excelencia no es para todos», dice
12.FEBRERO.2012
Apenas lleva seis semanas en el cargo y José Ignacio Wert (Madrid, 1950) ya ha conseguido infinidad de titulares para un ministerio que, por dimensión y calado, se adivina animado y convulso. Los últimos, por el cambio de temario en las oposiciones al profesorado: «Lo que no tenía sentido era el anterior, aprobado a falta de dos días para las elecciones», defiende. Otros, relacionados con la sustitución de la asignatura Educación para la Ciudadanía , la supresión de cuarto de la ESO o la anunciada Ley de Mecenazgo.
—Se suprime cuarto de la ESO y el bachillerato y la FP aumentan de dos a tres años. ¿La medida reducirá la tasa de abandono escolar?
—Es el gran objetivo. El último año de la ESO es ahora muy desmotivador, sin itinerarios. Es donde se concentra una tasa mayor de repetición y la decisión de no continuar los estudios. Existe una tasa menor de abandono escolar temprano cuanto antes se permite la elección de itinerario. En Alemania se produce a los 12 años. La ESO se mantiene técnicamente igual porque la educación obligatoria se mantiene hasta los 16 años. Ese curso de iniciación a la FP o al bachiller equivale a cuarto de la ESO , solo que con mayor diversificación curricular.
—¿No hay riesgo de que los alumnos que pasen a FP lo hagan con carencias formativas?
—No. También para la opción de FP hay un cierto contenido teórico general. Más reducido, lógicamente.
—Hay una gran preocupación en los centros concertados, sin bachillerato o FP, a los que la medida les va a afectar.
—Habrá que adaptarlos. Los cambios en la arquitectura de un sistema educativo requieren de ciertas adaptaciones. Lo que no se puede considerar es que esto sea un trauma insuperable. Con esta filosofía, para no crear traumas, pues nada, seguimos con este sistema espléndido que tan espléndidos resultados da que un tercio de los alumnos no sigue en él.
—Es normal la incertidumbre.
—Lo entiendo. Les vamos a ayudar. Al menos con la filosofía adecuada porque nosotros no tenemos la gestión, que es de las autonomías. Se va a tener en cuenta que el coste de la transformación sea el mínimo y se van a dar todas las facilidades.
—Los centros subvencionados reclaman un cambio en la financiación. ¿Cómo se va a abordar?
—Esto ha estado muy discutido por parte del anterior Gobierno con el sector. Tanto, que los centros concertados pensaban que se iba a dejar firmado un reglamento y no se ha firmado. Hay una tarea pendiente que vamos a afrontar sin tardanza. Es una de nuestras prioridades.
—¿Cómo va a potenciar en la escuela a los alumnos sobresalientes, como propone?
—Hemos dejado de lado la cultura de la evaluación. La excelencia apenas tenía recompensa simbólica. No se trata solo de no hacer muchas diferencias para que los niños no incurran en prácticas de emulación negativa, sino de lo contrario. No puede ser que al empollón se le considere un «friki».
—No es fácil cambiar eso.
—Probablemente. Ahora, lo que no se puede tolerar es que el centro educativo sea cómplice admitiendo determinada teoría pedagógica según la cual recompensar la excelencia crea sentimiento de frustración al que no la alcanza. Pero no recompensarla crea una tendencia hacia la mediocridad.
—¿Qué le parece la idea de separar grupos por niveles?
—Bueno, eso ya es una cuestión instrumental. Sí le puedo decir que estoy de acuerdo en propiciar, no diría tanto una separación o segregación, sino una consideración potenciadora de la excelencia que se ha plasmado en algunas iniciativas, como en la Comunidad de Madrid. Pensar que crear un entorno facilitador de la excelencia es segregador me parece un disparate.
—¿Se separan grupos o no?
—No digo que no sea exactamente eso. Si se le da valor a los que obtienen resultados excelentes de los que no ya estás creando incentivos. La excelencia no es para todos.
—Concrete más ideas para premiar la excelencia.
—Me parece que el sistema de becas, que solo considera el rendimiento económico y no el rendimiento académico es antiexcelente.
—Para medir ese rendimiento reclama pruebas externas. ¿Qué tipo de pruebas?
—No controladas por el centro, objetivas y realmente aptas para crear referencias más sistemáticas y eficientes de lo que han sido las pruebas de selectividad. No serían cada año porque sería carísimo. Hablamos de pruebas censales que afecten a todos los alumnos. Y con un cierto nivel de agregación nacional. No puede ser que unas autonomías tengan un nivel de exigencia y otras tengan otro.
—¿Cómo se va a cambiar el criterio de asignación de las becas?
—Merece un análisis. Ahora mismo cualquier peticionario que cumpla con las condiciones de la convocatoria tiene derecho a beca. En las universidades basta con que se supere con un aprobado el 80% de los créditos o el 60% en algunas carreras. Se admite que el nivel de corte entre el aprobado y el suspenso es suficiente para acreditar el interés y el talento. Esto tiene que cambiar.
—Los centros reclaman más presupuesto para implantar el estudio en inglés y el contexto económico no acompaña.
—Es una preocupación legítima. Pasar de estudiar inglés a estudiar en inglés requiere de medios. Básicamente, que el profesorado no nativo tenga un conocimiento robusto, y que esto se pueda complementar con auxiliares de conversación, los «teaching assistants». Es verdad que ahí hay menos recursos, pero, nunca ha habido tantos recursos gratuitos «on line». Internet es un facilitador de la enseñanza de idiomas formidable.
—¿Por qué todos los ministros quieren cambiar los planes de Educación?
—Yo puedo contestar por mí. Me resulta insoportable un sistema que provoca un 30% de abandono escolar temprano. Se han multiplicado los recursos en los últimos años, singularmente el sistema está en retroceso.
—¿Qué novedades habrá el curso que viene?
—No lo puedo concretar.
—Pero entienda que se lo preguntan padres, alumnos, profesores... ¿El sistema de becas?
—Puede estar perfectamente…
—El nuevo contenido de la asignatura Educación para la ciudadanía también si utiliza un decreto.
—Correcto. También puede estarlo, sí. Para cambiar el contenido basta el decreto, pero el nombre ya es otra cosa porque requiere una Ley Orgánica. Si hay otro instrumento para cambiar el nombre se utilizará, pero, bueno, me parece que hay que buscar la economía legislativa.
—¿Y el cambio de cuarto de la ESO ?
—Eso requiere un cambio legislativo y podría llegar a tiempo pero no estoy en condiciones de asegurarlo. Si fuera por mí estaría el año que viene, pero todo tiene su ritmo.
—Los rectores piden cambios en la gobernanza de las universidades.
—Creo que no hay tanta rendición de cuentas como correspondería. Ninguna universidad española se encuentra entre las 150 más potentes del mundo. Es un dato muy preocupante. Hay que impulsar la internacionalización y la especialización. España no puede tener 79 universidades, y todas excelentes en la enseñanza y en la investigación. O mediocres en lo uno y en lo otro.